Salve Messina

El 20 de Agosto, pronto por la mañana y sin desayunar por primera vez en todo el viaje, levamos ancla. El mar está plano como un espejo y no se mueve una brizna de viento. Avanzamos rápido con una punta de motor.
Detras de Punta Spartivento vemos la señal inconfundible de viento dibujada en la Mar pero no nos preocupa, tampoco nos atrevemos a abrir las velas. Aprovechamos esta paz para preparar el café y comer algo. Son las 8h de la mañana.
Doblamos el cabo y el viento está a 12 nudos. Velas arriba y aumentamos la velocidad. Tenemos una navegación cómoda por delante, 16 millas hasta Capo di l’Armi, dónde la guía dice que debemos estar alerta.
Tenemos la cubierta adujada y lista, navegamos tranquilamente a unos 5 nudos leyendo y descansando, con la torre que anuncia el cabo en nuestra proa cuando de repente, ¿qué vemos delante? El mar está plagado de pequeñas manchas blancas, borreguitos coronando el 80 porciento de las olas. Se acabó la paz. Ponemos dos rizos, enrollamos el gran génova y engarruchamos la trinqueta, estibamos los restos del desayuno y antes de darnos cuenta estamos con 25 nudos de NorEste y en medio de una mar formada con olas de dos metros.
Todo el mundo habla del embudo que forma la parte norte del Estrecho de Messina, la boca que recoge y traga viento y agua del Mar Tirreno. Si aquello es la boca, estamos a punto de entrar en el culo de Messina, por donde sale todo revuelto hacia el Mar Jónico.
Trimamos las velas, ajustamos el rumbo y nos disponemos a cruzar hacia Taormina, Sicilia. Estamos ciñendo a 6 nudos con puntas de 7. El sabor a café y pan tostado ha desaparecido de nuestras bocas, sólo queda sal.
Por suerte no hay tráfico y después de esquivar un cargo nos encontramos a medio camino, por proa, dónde antes estaba majestuoso el Etna ahora hay una gran nube y como si de un faro se tratase, nos indica, con rayos, la dirección que debemos seguir. Recogemos la caña, ni los peces, con su mirada carente de inteligencia, creo que se hayan quedado hoy por aquí. Preparamos los trajes de agua y mientras miramos el cielo esperando agua dulce, zas, una ola de tres metros nos rompe en cubierta llevandose el último sabor que nos quedaba de la mermelada. El viento está a 35 nudos y cogemos el tercer (y último) rizo, el GPS no baja de 6,5 nudos quedándose casi todo el rato a 7 nudos de velocidad.
Ya sólo nos falta la lluvia, pero no nos atrevemos a quitar ojo del mar. Y suerte que no lo hacemos y podemos disfrutar de una nueva visión. La corriente comienza a cambiar y en este estrecho es fuerte, más con la luna llena, casualmente en dos días. Bien, no se si podré explicar lo que veo, olas de norte que tropiezan con la corriente que sube de sur, el viento que no ha cedido ni un milimetro siega toda cabeza de ola que pasa de dos metros y medio peinando una melena de espuna blanca sobre nosotros, un mar confuso, un cielo gris, sin profundidad, un viento de través que no nos permite mantener el rumbo (en otras condiciones sería fácil) hacia Taormina y en medio de todo eso nosotros que no tenemos claro que hacer, encendemos el motor para ayudarnos. Imposible calcular abatimiento y deriva, apuntamos a mano, pobre piloto va más perdido que nosotros, hacia Isole Bella, justo debajo de Taormina.
Cuando entramos en la rada vemos imponente la ciudad de Taormina 300m por encima nuestro, la Mar se calma por completo y el viento para. Seguimos navegando rumbo sur, hoy iremos a puerto para poder abastecernos de comida fresca, bebidas y agua, estamos bajo mínimos. Una milla más al sur encontramos el puerto, o lo que la guía dice que es el puerto…. un muelle totalmente desprotegido del viento/mar del Norte y con un par de sitios libres. Cuando nos disponemos a fondear el ancla que nos ha de servir de muerto un pescador nos dice que este es el sitio reservado para ellos y que no sabe cuando llegarán sus compañeros. Recogemos y “desnavegamos” el camino hecho rumbo Norte, donde dejamos caer el ancla justo debajo de Taormina. Inflamos el gomone y bajamos a tierra a inspeccionar. Vemos tiendas y también la parada de autobús que nos llevará a lo alto de la colina. Con puntualidad suiza se presenta el autobús, cómodo y barato, subimos a Taormina. Cuando podemos escapar del bullicio turístico encontramos una zona más tranquila con bonitas vistas al sur, paseamos y callejeando llegamos a la parte más alta del pueblo. En un castillo reconvertido, una agradable pizzeria, entramos y nos sorprendemos con lo bonito del lugar, trato agradable y pizzas exquisitas, Villa Zucca, muy recomendable. Bajamos paseando hasta la parada de autobuses y de ahí a la Giardini Naxos dónde tenemos el gomone abandonado en una playa.
El día siguiente se despierta nublado pero tranquilo, bajamos a tierra para hacer las compras, hemos consultado las mareas y no tenemos la corriente de subida hasta las 13 horas.
Paseamos por Giardini Naxos, ciudad al pie de Taormina, nada que ver, compramos y cuando volvemos al gomone con lo justo (agua, leche y fruta) vemos que hay ola y viento fuerte de Sur. Volvemos corriendo, el tema se está complicando. Nos vemos obligados a dejar ir 10 metros más de cadena y prepararnos para una tormenta. Estibamos la compra y guardamos el gomone entre olas y un vendabal desatado, los otros barcos también largan más cadena.
Sobre las 12 horas comienza a apaciguarse el tiempo, la ola disminuye y el viento también, aunque cambia a Norte y sopla a 15 nudos, que casualidad, sabemos que no nos lo quiere poner fácil. Levamos ancla y comenzamos a ascender por el estrecho, pegaditos al lado derecho intentando protegernos del viento, avanzamos a 4 nudos gracias a la corriente ascendente. Viento en la proa, abrimos la mayor con dos rizos para estabilizar y no le enseñamos al viento ninguna vela más, no sea se lo tome como una provocación. A unas 12 millas al sur Messina el viento ha aumentado y ya no avanzamos casi nada, si queremos salir hoy del estrecho habra que hacer algo!. Izamos la trinqueta y comenzamos a ceñir cruzando dirección Reggio Calabria, el viento es tan fuerte que no podemos mantener el rumbo, nos ayudamos con el motor y comenzamos a cruzar. Por nuestro estribor vemos un carguero dirección norte y dos más detras suyo, se nos hace muy difícil calcular si nos pasará por proa o popa. También dos dirección Sur. Sólo lo hemos utilizado un par de veces en niebla y nunca este viaje, encendemos el radar y aparecen perfectamente delimitadas las dos riberas del Estrecho y los cinco cargos más los ferris que cruzan de Messina a Reggio Calabria, que fantástico invento. El primero de los que bajan nos pasará por proa, igual que el que sube, los otros los dejaremos atrás, ajustamos el andar de Lune de Miel para darles un margen de seguridad y cuando pasan ceñimos a rabiar hasta el otro lado. Y así vamos haciendo bordos y ganando Norte.
Cuando nos encontramos a la altura de Messina nos llaman por la radio, nos piden, de forma rutinaria dicen, que nos identifiquemos, puerto de origen y destino (no sabemos que contestar, hace más de un mes que no entramos en ninguno) y número de personas a bordo. Nos indican que podemos seguir navegando manteniendonos a derecha del canal, les debe parecer extraño ver en la pantalla de su radar a alguien zigzageando por aquí, nos avisan que en 15 minutos sale un gran ferri que nos pasará por delante, nos deseamos buena guardia y seguimos cada uno a lo nuestro.
Ya vemos la gran torre que marca la entrada, por la noche está decorada con luces que van cambiando de color, de blanco a amarillo, verde, azul, rojo, violeta y vuelta a empezar. Seguimos navegando cómodamente, la dirección del canal y el viento de Norte se han aliado para darnos velocidad.
Consultamos el horario de mareas, 30 minutos para que se invierta, rápida mirada a la carta, no llegaremos a tiempo…. y así es, comenzamos a disminuir velocidad sobre el suelo aunque contra el agua seguimos avanzando como antes. Bueno, será algo más lento, continuamos navegando hacia el Noreste, mirando el faro del lado Calabrés, la torre de colores Siciliana, la luna llena y los relámpagos por nuestro estribor.
De repente, sin previo aviso nos encontramos mirando hacia el Oeste, la trinqueta acuartelada y nosotros derivando hacia el sur. Que ha pasado, estamos a la capa, rápidamente y con un golpe de motor nos ponemos a rumbo, con las velas en orden. Miramos alrededor y la luna nos ilumina un enorme remolino que nos ha engullido y hecho girar. Aceleramos a tope para escapar y una vez fuera vemos dos más, uno a babor y otro a proa. La corriente esta cambiando y esto se complica. Esquivamos los remolinos y respiramos tranquilos, mirando la salida del canal que la tenemos a tocar.
Nos giramos para despedirnos y no vemos las luces de Messina ni de la costa occidental del estrecho. Sólo una pequeña luz verde. Luego una blanca. Luego a estas dos se les suma una roja, las tres muy separadas, parece que no tengan nada que ver las unas con las otras de lo separadas que están. De repente el estruendo de una potente bocina nos saca de dudas, es un gran carguero, vemos como las olas rompen en su proa, damos 50 grados a estribor, dejamos de ceñir hacia la salida y nos vamos rápidamente hacia un lado con el viento de través. Al poco nos alcanza por babor el cargo más grande que nunca hemos visto y está a menos de 300 metros. Abarloado lleva al práctico. En 20 segundos ya tenemos su luz de alcance, nos ha pasado y volvemos a ver las luces de la otra rivera. Se aleja tan rápido como ha aparecido, es imponente. Ya estamos casi fuera del estrecho, viramos, lo cruzamos rápidamente y nos vamos hacia el Oeste, lejos de esta autopista de locos. Vemos las luces del práctico que ha dejado al gran cargo y vuelve.
Poco a poco desaparece por nuestra popa la luz multicolor de la torre, dejamos atras el Estrecho de Messina por segunda vez.
¡Salve Messina!

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